Cada día recibimos consultas relacionadas con el comportamiento de perros que, por haber sido adoptados a una edad de joven o adulto, por tratarse del primer compañero que tiene la familia en su vida o porque ha habido cambios en el seno familiar y el perro no los ha sabido asimilar, se convierten en todo lo contrario a lo que teníamos planeado. En la mayoría de los casos, una buena preparación puede evitarnos muchos problemas y permitirnos poder disfrutar de nuestro nuevo compañero desde el primer momento, para seguir avanzando juntos en un aprendizaje diario.
El entrenamiento (nos gusta llamarlo así, mejor que adiestramiento) es una de las principales herramientas para enseñar a nuestro compañero conductas que harán de él un perro más equilibrado, feliz y le servirán el resto de su vida. Además, no sólo enseñamos a los perros, también trabajamos con sus familias porque entendemos que conocer el comportamiento de tu compañero de vida hace que estés más unido a él y disfrutéis más el uno del otro.
Trabajamos en positivo, sin castigos físicos, sometimientos, tirones de correa, bozales, correas de ahogo, collares eléctricos ni nada que se le parezca. De hecho muchas veces trabajamos sin correa dependiendo del lugar y la conducta a entrenar. Guiamos al perro a realizar de forma natural una conducta deseada, o en el caso de los cachorros, continuando con las enseñanzas que le proporcionarían sus padres para una correcta socialización (encuentro con otros perros, juego, trato con personas, etc). Premiamos las conductas deseadas e ignoramos las no deseadas y en algunos casos las redirigimos, todo ello con juego, premios o gestos de aprobación.
A continuación os mostramos algunos ejemplos de cómo trabajamos.